María José de Simón

 

Para María José de Simón (Santander, 1963) los verdaderos indicios de la vida subyacen en la simpleza de lo ordinario y en el dejo desconcertante que recubre el abandono de las cosas. Su inquietud por aliviar las roturas cotidianas la ha impulsado a trabajar en diferentes medios, como el grabado, la pintura, la escultura y actualmente, la serigrafía sobre objetos que recobran su delicadeza a partir de mínimas intervenciones.

Sea en el movimiento anquilosado de la punta seca o en el quiebre delineado de sus empastes, su deseo por desentrañar la belleza olvidada se encarga de dar luz y forma a la espesura de los cuerpos; por eso, la reapropiación de materiales encontrados azarosamente en espacios públicos, como son láminas de hierro y otros metales, troncos naturales y concreto, son fundamentales en la obra de María José, quien se encarga de soldar el roce entre el objeto como desecho humano y el objeto como un sesgo de la intención sensible.

Para la artista española, la resonancia de las cosas no se halla en su apariencia, sino en lo que esconde lo que pasa inadvertido: cuanta más redundancia se percibe en los objetos, mejor se alcanza a escuchar el constante llamado de las cosas que hablan solas: lo que es invisible a los ojos y, desde su determinación, devuelve a la escultura, por ejemplo, la prominencia de su equilibrio y ligereza.

Su obra hace explícito que la pobreza y corrosión de las superficies, sea en frágiles conglomerados de cuerpos formando un collage o en plúmbeas instalaciones escultóricas, no se contrapone a la creación de atmósferas que parecen resistirse a un periodo histórico en un espacio específico: el extravío de nuestro asombro por lo sublime ante una creciente urbanización.