Miguel Loyola

 

La obra de Loyola es acontecimiento gracias a su condición procesual. Empezando por la concepción conceptual, pasando por la ejecución y las características no mensurables de la contingencia, el azar, y la eventualidad,  al registro de la acción como fijación de memoria que desdibuja el espacio-tiempo; llega a la creación de una obra artística que será abierta e inacabada ofreciendo múltiples y posibles representaciones. Lo inacabado de su propuesta provoca e impulsa el proceso productivo de la recepción-creación. Son los objetos los que nos conducen en el camino hacia el reconocimiento de nosotros mismos decía Walter Benjamin.

​Aquí el espectador, ahora también protagonista, instaurará nuevos procesos afirmando al arte como un territorio de re-existencia.
Esta dimensión por la que transita como creador está en permanente movimiento, planteando experiencias de comunicación abiertas entre: el espacio, la temporalidad, el objeto (la obra de arte) y el espectador, para crear nuevas formas de existir al ampliar los horizontes de la experiencia estética. Preguntas como ¿cuál es nuestro lugar en el Mundo?, ¿cómo podemos ser afectados por el objeto artístico? o ¿cómo incidimos en el Mundo y cómo lo transformamos?, surgen al estar frente a su obra. Lo más recomendable es dejarse absorber en la frágil pero libre monumentalidad que nos presenta y ser parte de nuevas e infinitas posibilidades de existencia.